ROLANDO ROZENBLUM: DE LA FUGA CINEMATOGRÁFICA A LA PRESIDENCIA EMPRESARIAL EN URUGUAY

Crónicas del Este 23/12/2023 Política

Sergio Secinaro

En pleno Siglo XXI, las palabras del tango Cambalache pueden aplicarse con total vigencia: “Vivimos revolca'os en un merengue... Y, en el mismo lodo, todos manosea'os”...
Hoy Rolando Rozenblum es el presidente de la Cámara Empresarial de Maldonado, se codea con la crema y nata de la sociedad y política uruguaya. Prueba de ello es que se ha entrevistado con el Fiscal General, Dr. Juan Gómez. También hace poco, se lo pudo ver rodeado del Ministro de Turismo Tabaré Viera; su amigo, el Intendente Enrique Antía y hasta el propio Presidente Luis Lacalle Pou. ¿El motivo? El impulsar instaurar una vieja y controvertida ley del Uruguay de los años 40, que se llama “Ley de Vagancia”, para echar literalmente a aquellos que no puedan justificar estar en una zona turística como Punta del Este. La ley es clara, se considera "los vagos" a quienes "no teniendo medios lícitos de subsistencia, no ejerzan profesión u oficio y, siendo aptos para el trabajo, se entreguen a la ociosidad". Un espanto inconstitucional...
Sin embargo lo que nos retrotrae al inmortal tango “Cambalache”, es el hecho de quien impulsa su aplicación, Rolando Rosenblum, tiene un pasado digo de la mejor serie de Netflix y seguramente, pocos políticos deben saber su pasado.
Para muestra vamos a transcribir algo publicado en O Globo el 31=01/2018, que dice así:
Una tarde de junio del año pasado (2017), el empresario uruguayo Rolando Rozenblum Elpern se tomó una selfie con su esposa apenas llegó a Chuí, en la frontera con Uruguay. Inmortalizó el momento en que tenía la mano izquierda apoyada en el volante del auto, llevaba gafas de sol y tenía una expresión de alegría porque era la primera vez, en casi una década, que volvía a pisar Brasil. En 2006, él y su padre, Isidoro, fueron condenados por corrupción activa por un prometedor juez de Curitiba, llamado Sergio Moro (el mismo que encarceló Lula Da Silva) en la llamada Operación Pôr do Sol, derivada del caso Banestado, que investigaba las remesas ilegales de dinero al exterior.
En los años siguientes, Rozenblum fue a la cárcel y realizó una fuga espectacular del Brasil, se convirtió en prófugo de la justicia, se entregó a la Interpol y su caso acabó siendo reconocido como un ejemplo de una investigación con errores.
La familia Rozenblum, emigró a Brasil en la década de 1970, construyendo un imperio empresarial en Curitiba. A fines de los 90, eran propietarios de Sundown, la marca líder en el mercado de bicicletas. Sin embargo, en 2001, se vieron involucrados en el caso Banestado, una investigación que reveló remesas ilegales de miles de millones de reales al exterior a través de cuentas especiales en el banco del gobierno de Paraná.
En 2004, a solicitud del Ministerio Público, el juez Sergio Moro autorizó la interceptación de los teléfonos de los Rozenblum y personas de su círculo cercano. Las escuchas telefónicas, que inicialmente se autorizaron por 15 días, se renovaron continuamente durante más de dos años, hasta junio de 2006, cuando la Operación Pôr do Sol fue puesta en marcha y los empresarios fueron detenidos.
La detención se llevó a cabo de manera abrupta en la mañana, con agentes de la Policía Federal ingresando al apartamento de Rolando Rozenblum en Curitiba. Su padre, Isidoro, también fue detenido mientras estaba en Rio Branco después de una operación de próstata. Ambos fueron llevados a la prisión de la Policía Federal en Curitiba como parte de la Operación Pôr do Sol, que ejecutó 25 órdenes de registro e incautación.
Los primeros indicios de irregularidades en Sundown surgieron en agosto de 2005, más de un año después del inicio de las escuchas telefónicas. Las conversaciones interceptadas revelaron diálogos en clave y acuerdos para la entrega de supuestas "lamas" o reuniones en lugares inusuales como supermercados para "mostrar las losas". La investigación también incluyó la incautación de 37 obras de arte y 3.000 dólares.
De la investigación resultarían dos acciones penales, una por los delitos de malversación, evasión monetaria, falsedad ideológica y gangrape, y otra por corrupción activa. En noviembre de 2006, Rolando Rozenblum fue condenado a diez años de prisión y su padre, Isidoro, a cinco. Un año después, los fiscales aún lograron congelar el equivalente actual a 10 millones de dólares en bienes familiares en Suiza.
Rolando Rozenblum y su padre, Isidoro, fueron detenidos y llevados a la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, Brasil. Durante su prisión, experimentaron condiciones precarias, con 34 personas compartiendo dos celdas en malas condiciones. Su detención inicial de cinco días se prolongó, y posteriormente enfrentaron tres órdenes de prisión preventiva sin plazo.
La salud de ambos se deterioró en prisión debido al estrés y cambios en la dieta. Padecieron problemas como ataques de pánico, presión arterial alta, anemia y trombosis. Después de ser trasladados a un hospital privado mediante un examen médico privado, obtuvieron arresto domiciliario en 2007 gracias al ministro Eros Grau. Sin embargo, este beneficio fue revocado y, ante la inminencia de volver a prisión, planearon su escape.
La estrategia de fuga se llevó a cabo durante la noche, aprovechando la distracción de parte del personal médico y de seguridad. Rolando Rozenblum pidió zapatillas con suela antiruido y, tras robar una llave idéntica a la de su habitación, planearon su fuga.
En el día de la fuga, invitaron a su familia a almorzar en la habitación del hospital. Discretamente, Rozenblum cambió la llave de la puerta trasera con la llave robada. Mientras veían una película con su custodio, fingieron sueño y esperaron a que el policía se ausentara. Alrededor de las 11:30 p.m., con la señal de que el policía se sacaba la bota, cerraron con llave la puerta que separaba los espacios, se calzaron zapatillas antiruido y escaparon.
Cruzaron la salida de emergencia y, sin ser detenidos, tomaron un taxi y cambiaron de vehículo varias veces. Con la ayuda de un amigo, se dirigieron a Foz do Iguaçu, luego caminaron y tomaron camionetas hacia Ciudad del Este, Paraguay. Desde allí, alquilaron un jet que los llevó a Punta del Este, Uruguay, evitando Montevideo donde vivía parte de la familia. La fuga solo fue descubierta cuando la esposa fue a visitarlos al día siguiente.
A pesar de establecerse en Uruguay (Punta del Este), los Rozenblum se denunciaron ante Interpol, pero la corte uruguaya denegó la extradición por su condición de uruguayos nacidos en el país. La fuga resultó exitosa, escapando del temible juez Sergio Moro y alcanzando la libertad.
Luego de pasado el tiempo, con muchos recursos de por medio, los abogados de los Rozenblum encontraron un resquisio legal pidieron la nulidad del proceso porque las escuchas se habían extendido por encima del plazo legal. Aún hoy, fiscales de Curitiba insisten en que actuaron correctamente al extender el período de escuchas telefónicas. Los fiscales son enfáticos al comentar la decisión del STJ de anular la condena por la larga duración de la interceptación. “Esta gente del STJ no entiende nada de investigaciones”, afirmó el fiscal Orlando Martello Júnior. “En 30 días, apenas se puede construir la red de relaciones de la persona investigada”. Ante sus colegas, Sergio Moro también defendió siempre los dos años de escucha porque entendió que, durante casi un año, los imputados discutían el pago de sobornos a auditores de la Hacienda Federal, elementos útiles para la investigación. Para el juez, la decisión del STJ en el caso quedó aislada en la jurisprudencia que hoy trata sobre escuchas telefónicas.
Las demás condenas contra Rozenblum han prescrito.
En este Cambalache de la vida, Rozenblum pasa de ser prófugo a presidente de la Cámara Empresarial de Maldonado, levantando interrogantes sobre la integridad ética y moral de quienes ocupan posiciones de poder en Uruguay.