EL ENIGMA DE LAS BOTELLAS ENVENENADAS EN 1978"

Crónicas del Este 25/12/2023 Sociedad

Alberto Mozo

A finales de agosto de 1978, ya iniciada la dictadura, Uruguay se veía envuelto en un misterio oscuro y políticamente cargado. Tres botellas de vino Riesling Los Cerros de San Juan, entregadas a destacados líderes políticos, desataron una cadena de eventos que aún hoy deja perplejos a los ciudadanos uruguayos.
Las tres botellas de vino envenenado fueron dejadas en la finca del matrimonio Luis Alberto Lacalle. Cada botella estaba envuelta en papel y tenía una tarjeta con la leyenda "EL JUEVES 31 AL MEDIODÍA BRINDAREMOS POR LA PATRIA EN SU NUEVA ETAPA", firmada con la sigla M.N.D. Las botellas estaban dirigidas a tres reconocidos opositores políticos al régimen dictatorial: Luis Alberto Lacalle, Mario Heber y Carlos Julio Pereyra. Las botellas fueron dejadas en la finca en un envoltorio de papel azul de embalaje, y la empleada del matrimonio Lacalle Pou., la Sra. M.S.M.C., las encontró y las llevó a la casa.
Las botellas tenían como destinatarios a los dirigentes blancos. Sin embargo, la desconfianza reinó desde el principio. Mientras Lacalle optó por tirar el contenido de su botella, Pereyra ni siquiera la abrió. La tragedia golpeó el 5 de septiembre cuando Cecilia Fontana, esposa de Heber, bebió el vino y perdió la vida.
La Sra. Cecilia Fontana de Heber abrió la botella y había bebido solo un sorbo. Inmediatamente comenzó a sentirse mal y a tener temblores, por lo que su empleada la acostó y llamó a su esposo, Mario Heber, y al Dr. Fontana, hermano de la víctima. A pesar de los esfuerzos de los médicos, la Sra. Fontana falleció poco después. Se descubrió que el vino contenía una importante dosis de un veneno de origen fosforado, cuyo nombre comercial es Fosdrin.
Desde el principio, las sospechas se dirigieron hacia el grupo ultranacionalista Azul y Blanco. La investigación condujo a Celio Riet, miembro del grupo, quien había comprado el veneno Foxdrin contenido en las botellas. Sorprendentemente, su sobrino reconoció haber realizado la comprado veneno, pero Riet no fue llamado a declarar.
En julio de 1985, una Comisión Investigadora Especial sobre el homicidio de Cecilia Fontana volvió a vincular al sector Azul y Blanco y a Riet, arrojando luz sobre un episodio que seguía sin respuestas claras.
La investigación, a cargo del Comisario H.C.H. de la Dirección de Narcóticos, suscitó controversias desde el principio. A pesar de tratarse claramente de un homicidio, la pesquisa se alejó de la lógica al enfocarse en muestras caligráficas en lugar de realizar medidas esenciales como autopsias exhaustivas.
Resulta inaudito que las víctimas y figuras políticas relevantes fueran tratadas como sospechosas. El Prof. Carlos Julio Pereyra, Luis Alberto Lacalle y Mario Heber fueron emplazados con la prohibición de salir del país, considerándolos principales sospechosos.
La falta de una autopsia formal y el limitado reconocimiento médico aumentaron las sospechas. La investigación, dirigida desde Narcóticos, se centró en análisis caligráficos, desviándose de la ruta lógica de esclarecer los móviles del envenenamiento.
La inconsistencia en la documentación y la omisión de medidas básicas, como la pericia dactilar de las botellas, plantean dudas sobre la transparencia de la investigación. Aunque los informes señalan que se trató de un acto de terrorismo político, las acciones y decisiones apuntaban en otra dirección.
El caso de las botellas envenenadas de 1978 sigue siendo un enigma. Las desviaciones en la investigación, la falta de transparencia y las sombras que rodean el accionar policial en aquel entonces dejan a la sociedad uruguaya con preguntas sin respuestas.
A pesar de los esfuerzos por esclarecer los hechos, el episodio ha quedado marcado por la dudosa investigación y las incógnitas que persisten. En un capítulo oscuro de la historia uruguaya, las botellas envenenadas de 1978 siguen siendo un recordatorio de la fragilidad de la verdad y la necesidad de una investigación imparcial.