HOMENAJES EN TREINTA Y TRES: RECORDANDO LA BARBARIE DE LA DICTADURA MILITAR

Crónicas del Este 26/02/2024 Sociedad

Sergio Secinaro

En un acto de justicia tardía pero necesario, Treinta y Tres se prepara para rendir homenaje a las víctimas olvidadas de la dictadura militar. Estas placas conmemorativas, lejos de ser simples inscripciones en bronce, son gritos silenciados por décadas de opresión, son lágrimas convertidas en memoria, son testimonios de una época oscura que aún ensombrece nuestro pasado. El Liceo Nº1 se convertirá en un santuario de la resistencia contra la injusticia, al colocar una placa en honor a los docentes Manuel Toledo y Júpiter Del Pino, quienes fueron destituidos por atreverse a pensar diferente, por desafiar el statu quo impuesto por una tiranía despiadada. Su destino, marcado por la persecución y la desaparición, es un recordatorio contundente de los horrores que el régimen militar infligió a aquellos que osaron alzar la voz. En la Plazoleta entre las calles Gregorio Sanabria, Avda. Brasil y Juan Spikerman, se erigirán placas de homenaje a Humberto Machado y Arazatí López, dos nombres que la historia oficial intentó borrar pero que la memoria colectiva se niega a olvidar. Detenidos desaparecidos en Argentina y Chile, sus vidas truncadas por el terrorismo de Estado son un testimonio estremecedor de la colaboración entre las dictaduras del Cono Sur en la persecución de disidentes políticos. Y en el Batallón de Infantería Mecanizada Nº 10, un lugar que fue testigo de innumerables actos de barbarie y crueldad, se levantará una placa en honor a las mujeres que padecieron la tortura y el encierro durante años de oscuridad y represión. Este símbolo de la infamia será recordado como lo que realmente fue: un centro de terror y sufrimiento, donde la dignidad humana fue pisoteada y la libertad se convirtió en un recuerdo lejano. El Batallón de Infantería Mecanizada Nº 10, conocido como el Cuartel de Treinta y Tres, funcionó como cárcel para mujeres y niños nacidos en cautiverio entre 1972 y 1976, siendo también centro de detención y tortura para mujeres y hombres durante los períodos de represión del Estado uruguayo. En mayo de 1972, Luis Carlos Batalla, miembro del Partido Demócrata Cristiano, fue asesinado bajo torturas en este lugar. El libro "Maternidad en prisión política" documenta la experiencia de mujeres que vivieron en la Cárcel del Este, ubicada en el Batallón Nº 10 de Treinta y Tres, desde diciembre de 1972 hasta abril de 1976, cuando fueron trasladadas a Rocha. Antes de este traslado, hombres y mujeres compartían el lugar, pero en diciembre se concentraron allí mujeres provenientes de cinco departamentos: Treinta y Tres, Cerro Largo, Lavalleja, Maldonado y Rocha, permaneciendo juntas hasta su traslado a Rocha. En 1975, se llevó a cabo un operativo sin precedentes en el que fueron detenidos 39 adolescentes y jóvenes. Este operativo, conocido como "el año de la orientalidad", tuvo como objetivo principal atacar a la juventud como forma de justificar un recrudecimiento de la represión. Este período coincidió con la llegada de Gregorio Álvarez a la ciudad, con motivo del festejo de la fecha patria del 19 de abril. Desde el 12 de abril de 1975 y durante 30 días, estos jóvenes fueron secuestrados y sometidos a torturas, siendo la mayoría militantes de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC). La denuncia penal por estos hechos se realizó en el año 2011. En el año 2022, finalmente, los militares Luis Alvez, quien fue jefe del Batallón en 1975, junto con Héctor Rombys y Mohacir Leite, fueron declarados culpables por su participación en estos crímenes. Este fallo representa un paso importante hacia la justicia y el reconocimiento de los crímenes cometidos durante la dictadura militar en Uruguay. Estas placas, inscripciones de dolor y coraje, son una bofetada a la amnesia colectiva, un recordatorio implacable de los crímenes cometidos en nombre de una supuesta seguridad nacional. Cada nombre grabado en ellas es una acusación contra aquellos que perpetraron y permitieron la violencia estatal, una condena eterna a quienes intentaron borrar de la historia a quienes lucharon por un Uruguay más justo y libre. Que estas placas, entonces, no sean solo objetos de bronce y piedra, sino símbolos vivos de nuestra determinación como sociedad de nunca olvidar, de nunca perdonar y de nunca permitir que la oscuridad vuelva a cubrir nuestra tierra. Que sean faros de esperanza en un mar de injusticia, guías para las generaciones futuras en su lucha incansable por la verdad y la justicia